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miércoles, 4 de mayo de 2011

SARTRE BASICO






Nociones: ESENCIA Y EXISTENCIA

La distinción entre esencia y existencia llega a la filosofía occidental por Tomás de Aquino, quien la había tomado de Avicena, y fue utilizada para distinguir entre los seres contingentes, las criaturas, y el ser necesario. Dios es el ser necesario, es el único ser en el que la esencia se identifica con la existencia, su esencia consiste en existir.

En el caso de los objetos artificiales su esencia precede a su existencia; la esencia es el conjunto de rasgos que deben estar en un objeto para que sea lo que es. Cuando queremos fabricar un objeto recurrimos a su concepto, el concepto expresa la esencia del objeto. Un artesano parte del concepto de libro para fabricarlo;la existencia concreta la intenta acomodar a la esencia universal.

Dios como creador es el artesano supremo, el artesano del mundo: Dios crea las cosas a partir de las ideas eternas. Somos la realización concreta del concepto de ser humano que tiene Dios. En la Edad Moderna la idea de Dios entra en crisis, pero no ocurre lo mismo con la idea de que la esencia precede a la existencia; y se sigue pensando que existe la naturaleza humana, cada ser humano es un ejemplo concreto de la esencia humana.

Si Dios no existe, tampoco existe la esencia de ser humano. Hay un ser en el que la existencia precede a la esencia, un ser que existe antes de poder ser definido por un concepto. El ser humano no es definible, porque empieza por siendo nada. No existe la naturaleza humana, porque no hay Dios para imaginarla. El ser humano es el único ser que es tal como él se concibe.
Si prescindimos de la conciencia, el mundo queda reducido a las cosas, las cosas son, pero pueden dejar de existir. La nada no está presente en las cosas, cuando decimos que las cosas cambian, que una semilla se convierte en un árbol, estamos introduciendo características que no existen en la realidad. El ser humano es el ser por el que la nada viene al mundo. La conciencia es negación, distanciamiento, no tiene esencia, no es, es nada, es por eso libertad, el ser del hombre consiste en ser libre, en no ser nada determinado. El hombre no ha sido creado para ningún fin.



Nociones: ANGUSTIA Y RESPONSABILIDAD.
La ausencia de determinismos nos hace totalmente libres y responsables. Esto resulta muy incómodo, pues no tenemos excusas para nuestros actos. El hombre que cree en la moral tradicional, sigue las normas establecidas, sabe siempre lo que tiene que hacer y se siente seguro y tranquilo.

Para el existencialista no son válidas esas normas, y cuando ha realizado una decisión, no puede saber si es buena o mala, esto es lo que crea la angustia. Al caer en la cuenta de la total libertad y responsabilidad de nuestros actos, aparece la angustia.

La angustia es distinta del miedo: el miedo aparece ante un peligro concreto. La angustia no aparece por ningún motivo concreto, es miedo a las consecuencias de nuestras decisiones. Lo que somos y lo que vamos a ser depende sólo de nosotros mismos. Es la emoción o sentimiento que acompaña a la conciencia de nuestra libertad.
La angustia no lleva a la pasividad, la angustia es condición de la acciónlibre pues si no tuviésemos que elegir no nos sentiríamos responsables ni tendríamos angustia. La angustia acompaña siempre al ser humano, no sólo en las decisiones extremas; si no sentimos angustia es porque actuamos basándonos en la mala fe,pues no nos consideramos libres ni responsables de nuestras acciones.
La angustia se hace más profunda si tenemos en cuenta que nuestras decisiones no son puramente individuales, al tomar una decisión no sólo nos comprometemos nosotros, sino a toda la humanidad. Al elegir afirmamos el valor de un modo de ser humano. Por eso la libertad absoluta no lleva a una elección caprichosa. No se puede olvidar la pregunta ¿y si todo el mundo hiciera lo mismo?

Nadie puede dar respuesta a un dilema que le plantea otro ser humano, cada uno tiene que crear su propia escala de valores. Cuando pedimos consejo a otro, ya hemos decidido, pues acudimos a alguien cuyas actitudes e ideas nos son conocidas. Vamos a oír lo que deseamos oír. No podemos excusarnos en lo que hacen otras personas en idéntica situación, ni imponer a los demás nuestro camino por ser el mejor.


 
Tema: ATEÍSMO Y LIBERTAD.
El existencialismo de Sartre es el esfuerzo por sacar todas las consecuencias de una posición atea coherente. El existencialismo no es un ateísmo pues se agotaría demostrando que Dios no existe. Aunque Dios existiera no cambiaría nuestro punto de vista, el problema no es la existencia de Dios, sino que el ser humano se encuentre a sí mismo y se convenza de que nada o nadie puede salvarlo de sí mismo.

Es muy incómodo que Dios no exista, porque con él desaparen nuestras seguridades, no está escrito en ninguna parte que el bien exista, que haya que ser honrado, que no haya que mentir; puesto que estamos en un mundo donde solamente hay hombres.


La idea del hombre como un ser libre es una consecuencia inevitable del ateísmo. La concepción creacionista es semejante a la visión técnica del mundo. Cuando Dios crea las cosas del mundo las crea a partir de una idea eterna previa, del mismo modo que el artesano crea un libro a partir de la idea que tiene de libro. Si Dios no existe hay por lo menos un ser en el que la existencia precede a la esencia, un ser que existe antes de poder ser definido.

El ser humano empieza a existir, sin tener un ser propio, empieza siendo nada, y se construye a sí mismo a partir de sus proyectos; el hombre es lo que ha proyectado ser. Somos libres porque no estamos determinados, como el resto de los animales y las cosas. Somos lo que hemos querido ser y siempre podremos dejar de ser lo que somos. Los fines que perseguimos no nos vienen ni del exterior ni del interior. No se nace héroe o cobarde, al héroe siempre le es posible dejar de serlo, lo mismo que al cobarde. Estamos condenados a ser libres: condenados porque no nos hemos dado a nosotros mismos la libertad, no nos hemos creado, no podemos dejar de ser libres.


Las situaciones que vivimos no nos determinan. La libertad es el modo como nos enfrentamos a una situación. No existen los valores como realidades independientes de nuestra voluntad. Los valores los creamos al decidirnos a actuar. Todos estas decisiones constituyen el proyecto de mi existencia.

El ser humano es totalmente responsable: no tenemos excusas, lo que somos es la consecuencia de nuestra libertad; somos responsables de nosotros mismos. Como somos la suma de nuestros actos y nada más, el existencialismo es una filosofía de la acción, aunque afirme que nuestra existencia no tiene sentido.

La contingencia es un rasgo común a todas las cosas, incluido el ser humano. Es “el estar de más”, el existir de modo gratuito, no necesario, sin que exista justificación o necesidad alguna. La noción de contingencia la encontramos también en Santo Tomás. Todas las cosas finitas son contingentes pues son una mezcla de esencia y existencia. Necesitan de otras cosas para existir y para ser lo que son. Santo Tomás deduce de este hecho la existencia de un ser necesario, al que llama Dios. Para Sartre las consecuencias existenciales son distintas, las cosas “están de más” y nosotros también.
Dios es exterior al mundo y sirve para darle sentido y hacerlo comprensible. Al negar la existencia de Dios, que considera absurda, nos enfrenta al carácter gratuito de nuestra existen­cia. El mundo existe pero podría perfectamente dejar de existir, y esto se aplica a las cosas concretas y a nosotros. No existen un plan o proyecto divino o natural. Estamos “arrojados a la existencia”, pero nuestra presencia en el mundo carece de sentido, la vida es absurda, el nacimiento es absurdo, la muerte es absurda. Sartre llama “náusea” a esta experiencia vital, por la que descubrimos el absurdo de nuestra existencia.
Tema: EL HOMBRE COMO PROYECTO

Sartre considera que no existe la naturaleza humana, pues nuestro ser es indeterminado, nada determina nuestro comportamiento, ni el alma, ni los genes. No existe la naturaleza humana, lo que tenemos en común con los demás es la condición humana, que consiste en estar arrojado al mundo, tener que trabajar, vivir en medio de los demás y ser mortal. Todo individuo tiene que enfrentarse a estos hechos. Tenemos que enfrentarnos a la libertad, a la sociabilidad y a nuestras carencias materiales. Aunque cada proyecto humano es distinto, no son extraños, porque todos son formas de enfrentarse a nuestros límites.

Todo proyecto humano, por muy individual que parezca, tiene un valor universal. Cuando elijo afiliarme a un sindicato, no elijo sólo como individuo, también como ser humano.

Por los actos que vamos realizando nos vamos haciendo de una determinada manera, nadie nace cobarde o generoso, el ser vencido por una pasión o por el miedo es un modo de elegir.
Sartre no niega los condicionamientos de la existencia humana, los obstáculos que encontramos los creamos nosotros mismos al asumir un proyecto determinado. Un paralítico está especialmente condicionado por situación física. Pero hay muchas maneras de vivir con una parálisis. El ser humano no elige su ser, elige su modo de ser. La conciencia da sentido a nuestro entorno, como a nuestro pasado o al futuro. Para unos es una oportunidad lo que para otros es una desgracia. 
Al morir nos convertimos en algo ya hecho, entonces nuestra vida puede ser analizada objetivamente, como si fueramos sólo una cosa. Pero mientras vivimos ni nuestro pasado ni nuestro ambiente determinan lo que somos, no se puede saber lo que somos.
Cada hombre hace una elección original al proyectar su yo ideal, esta proyección implica una serie de valores y una línea de actuación. El yo ideal no siempre coincide con sus acciones. El proyecto original puede ser cambiado, pero esto requiere un cambio radical, una conversión.

Tenemos la posibilidad de engañarnos, adoptando alguna forma de determinismo, negando nuestra libertad. Esto es la mala fe, que es un estado de conocimiento y desconocimiento simultáneos. La mala fe es un autoengañarse, mientras que la mentira es engañar a los demás. Sartre pone como ejemplo de mala fe, el de una joven que deja que un pretendiente ponga una mano sobre la suya, sin tomar en consideración sus intenciones para no tener que tomar una decisión. A la mala fe se le opone la autenticidad.

Podemos comparar la existencia con la obra de un pintor. Aunque actualmente los artistas gozan de gran libertad, las obras pueden ser valoradas cuando están terminadas. Lo mismo ocurre en la moral, no podemos saber lo que hay que hacer en cada situación. Pero podemos valorar las acciones realizadas, negativamente si se han basado en la mala fe. La mala fe es siempre una mala elección porque es una mentira.

Aunque cada hombre tiene un proyecto diferente, existe un proyecto básico. El hombre aspira a unir ser y conciencia al mismo tiempo. Este ideal coincide con el concepto de Dios. Somos fundamentalmente deseo de ser Dios. Desafortunadamente la idea de Dios es contradictoria, porque la conciencia es la negación del ser. El hombre es una pasión inútil. Aspiramos a la divinidad perotenemos que morir. Ni el nacer ni el morir tienen sentido, todo es gratuito y superfluo. El suicidio no elimina el problema, porque la muerte también es inútil. Se que existo, que el mundo existe, eso es todo y da lo mismo. Esto es la náusea.

Esta postura tan radical y tan pesimista que aparece en sus primeras obras,  se moderó al final de la segunda guerra mundial, a partir de  "El existencialismo es un humanismo", aquí ya no insiste en que el hombre es una pasión inútil.

El existencialismo no es humanista porque admire a la humanidad por las producciones o valores de algunos hombres, ni porque considere que el ser humano es el más perfecto de todos los seres. Este humanismo no es correcto. El existencialismo es un humanismo porque es una filosofía de la acción y de la libertad: la dignidad humana está en su libertad, gracias a ella, creamos el futuro sin estar determinados por el pasado, trazamos  metas y construimos nuestro ser; por eso el existencialismo es una doctrina de la acción. Ademásl el único universo es el universo humano; esto quiere decir que no hay nada por encima del ser humano.


sábado, 10 de abril de 2010

SARTRE: CONTEXTUALIZACION

http://www.alcoberro.info/planes/sartre3.htm

    CONTEXTUALIZACION 4.1. SARTRE

EL EXISTENCIALISMO ES UN HUMANISMO es el resumen de una conferencia que Sartre pronunció el 29 de octubre de 1945 , con el añadido de algunos momentos de la discusión que la siguió. La conferencia marcó un hito en su momento. Hubo gente arremolinada a la entrada y en los días siguientes aparecieron reseñas en los principales periódicos de la época. Las obras de teatro de Sartre habían sido ya grandes éxitos.

El existencialismo es un humanismo porque recuerda al hombre que no hay otro legislador que él mismo, y que es en el desamparo donde tendrá que decidir y tendrá que buscar fuera de sí un fin para su vida. El hombre está continuamente fuera de sí mismo; es proyectándose y perdiéndose fuera de sí mismo como existe como hombre. La consecuencia es la necesidad del compromiso y el rechazo del quietismo.

Sartre se convirtió en el modelo de intelectual comprometido. Se caracterizó por un anticonformismo ante todas las formas de jerarquía, obediencia o autoridad. La función del intelectual es oponerse a todo tipo de poder. Se definía como un hombre preocupado, frente a los ocupados, que se caracterizan por acomodarse a la realidad.

La idea de que el intelectual debe comprometerse es muy vieja en la cultura francesa, parte de que el intelectual es una especie de nuevo clérigo. Si el hombre está siempre en construcción, si los valores absolutos no existen entonces no parece claro sobre que base tomar partido. El intelectual no debe dar consejos y quien se los pide “ya sabía lo que iba a hacer”, Sartre pone el ejemplo de un alumno que dudaba entre el amor a su madre y el deber de la Resistencia. Una moral kantiana no resulta válida, se basa en el respeto a la ley, pero no sirve cuando la «situación» no se puede resolver con principios abstractos.

Tampoco existe la posibilidad de usar la ética como consuelo a la manera estoica. Mientras los estoicos defienden la aceptación del destino, para Sartre  no hay nada posible ni imposible, que limite mi voluntad. Debo actuar, implicarme en la acción. Lo importante es si nuestras decisiones, las tomamos en nombre de la libertad.

Compromiso y desamparo se implican mútuamente. En la medida en que “Dios no existe” y no hay nada garantizado, ni transcendencia, ni valores eternos, ni respeto humano, el ser humano está abandonado, no encuentra ni en sí ni fuera de sí nada a que aferrarse.

En la obra de teatro “A puerta cerrada” estrenada en 1944, se encuentra la famosa frase «el Infierno son los otros», que parece difícil de compaginar con la idea del  “compromiso”.

En 1948 en Las manos sucias examinaba el problema de ser un intelectual y participar en la política al mismo tiempo. Si se deben defender los grandes principios o se debe hacer lo que en cada momento es más útil políticamente.

Hasta el final de su vida, orientará su actividad hacia el marxismo,  pero no hacia las formas más ortodoxas de marxismo, su afiliación al partido comunista francés fue muy corta. Criticó los aspectos  totalitarios de los regímenes comunistas, pues chocaban con su  concepción existencialista del ser humano. Derivó hacia un maoísmo libertario. Apoyó la guerra de liberación de Argelia y criticó la guerra  de Vietnam. Participó directamente en la revuelta estudiantil de mayo de 1968.

Sartre rechaza que el existencialismo fuera una filosofía de la subjetividad y por lo tanto de la individualidad (del individualismo burgués, para los críticos de izquierdas). Sartre rechaza el individualismo más radical, el solipsismo. El solipsismo es la doctrina filosófica según la cual es indudable la existencia de uno mismo y radicalmente dudosa e injustificable la existencia de los otros seres, incluidas las otras personas.

Descartes para obtener una verdad indudable usa la duda metódica, concluye que es indudable la existencia de la mente propia, pero a costa de resultarle problemática la existencia de los otros seres y del mundo. Descartes consigue superar el solipsismo demostrando la existencia de Dios, la bondad de Dios garantiza la creencia en la existencia del mundo.

Sartre acepta esta línea de búsqueda de una verdad indudable, aunque no cree necesario recurrir a Dios para justificar la creencia en la existencia de las otras subjetividades: la filosofía, nos dice, debe partir de una verdad no problemática, de una verdad indudable y ésta es el famoso “pienso luego existo” y la subjetividad; pero considera que la idea de una subjetividad humana encerrada en sí misma, la idea del solipsismo, carece de sentido.

Para Sartre lo indudable es tanto la propia subjetividad como la ajena: el otro es tan cierto para nosotros como nosotros mismos. Sólo tenemos una noción de nosotros mismos en la medida en que el otro nos capta, nos valora, nos estima o detesta. Siempre contamos con el otro: necesitamos de los demás, de sus juicios, complicidades y rechazos para ser conscientes de la totalidad de nuestras dimensiones.

La más importante experiencia del otro es lo que Sartre llama la mirada: cuando el otro nos mira captamos en él no a un objeto, no a un objeto del que nada podamos temer o que pueda ser utilizado por nosotros sin consecuencias, captamos que tras su mirada se encuentra una subjetividad. Hay un protagonista del mirar, un ser del que se pueden esperar cosas. La mirada del otro nos hace conscientes de nosotros mismos pues el otro nos objetiva, por esto trae consigo los sentimientos de miedo, vergüenza y orgullo: miedo ante la posibilidad de ser usados por el otro, vergüenza de hacer manifiesto nuestro ser, orgullo al captarnos a nosotros mismos como sujetos. La vergüenza es una vivencia, sobre uno mismo, sentimos vergüenza de lo que somos. En la vergüenza se da una cierta duplicidad de protagonistas: es vergüenza de uno mismo, pero de uno mismo al ser visto por otro, es por lo tanto una de las más importantes expresiones de la experiencia intersubjetiva, de la experiencia o presencia del otro.

Ante la presencia del otro caben dos actitudes: o bien nos afirmamos como sujetos y en esa afirmación nos apropiamos de la libertad del otro y cosificamos su ser, o bien intentamos captar al otro en su libertad, en su ser sujeto, pero a costa de perder nuestra libertad y convertirnos en meros objetos. Sartre pone como ejemplos de conductas del segundo tipo el amor, el lenguaje y el masoquismo y como ejemplos del primer tipo la indiferencia, el deseo, el sadismo y el odio De cualquiera de las dos maneras la relación entre las subjetividades será siempre conflictiva, será una lucha entre libertades. De aquí su pesimista conclusión “el infierno son los otros”.














CONTEXTUALIZACIÓN 4.2 SARTRE


El existencialismo alcanzó su plenitud en Europa en el período de entreguerras. El existencialismo es resultado de la violencia y destrucción que generaron las dos guerras mundiales, que originaron una crisis de conciencia y de valores, lo que llevó a primer plano el sentido de la existencia humana. A la vez el existencialismo representa el colosal esfuerzo del hombre por recuperar los valores singulares de la naturaleza humana, frente al proceso despersonalizador iniciado en el siglo XIX.


El existencialismo es también el intento de cubrir el vacío creado por el retroceso del cristianismo. Procura una vía de salvación para los que han perdido la fe religiosa. Aborda problemas religiosos como la libertad, la culpa, el compromiso, la contingencia. El ateísmo defendido por Marx y Nietzsche se fue extendiendo a lo largo del siglo XX. Nietzsche ya había descubierto que el ateísmo transformaría la vida del hombre, pues es el fundamento de la moral y la religión. El resultado es el nihilismo, una profunda incertidumbre que se puede comparar a la que provocó el crack del 29 o la guerra mundial. El existencialismo es el intento de buscar una camino para un mundo que se ha metido en un callejón sin salida.


El existencialismo hace una llamada a cada hombre singular para que no lleve una vida vulgar, sino que exista como una persona humana, realizándose plenamente. La conciencia de la finitud, de la nada de la existencia, es lo que permite descubrir la posibilidad de una existencia auténtica, porque entonces desaparecen las falsas ilusiones y seguridades, el hombre se desmasifica y se enfrenta a su propio existir.


El existencialismo se presenta como una filosofía con un mensaje opuesto al de la metafísica tradicional, es una manera diferente de concebir al ser humano. El existencialismo dignifica al hombre porque no le convierte ni en cosa ni en concepto. Afirmar que «la existencia precede a la esencia» significa rechazar el universo estático común a la metafísica y al mecanicismo.


Las dos corrientes filosóficas más importantes a principio de siglo eran el idealismo hegeliano y el materialismo mecanicista. El primero subordinaba a los hombres concretos a la marcha de la historia, el segundo reducía al hombre a sus procesos fisiológicos. Las angustias y anhelos del hombre quedaban completamente fuera de la reflexión filosófica. A nivel político el auge de los totalitarismos actuaba en el mismo sentido, reducía al individuo a una pieza anónima de la gigantesca maquinaria del estado.


La filosofía occidental desde Descartes ha sobrevalorado la razón. Hegel había llegado a afirmar que todo lo racional es real, y que todo lo real es racional. La razón dominada por la lógica cartesiana destruye la vida, como ya había señalado Nietzsche. Para el existencialismo las cosas no deben ser pensadas, sino vividas. La razón está al servicio de la existencia. Las verdades objetivas y universales de la razón abstracta no interesan a los existencialistas, cada cual debe buscar su verdad subjetiva y particular. Hay vivencias que no pueden ser comprendidas dentro de un conocimiento objetivo.


La razón abstracta usa conceptos generales que son aplicables a una multitud de sujetos, pero que no pueden captar las vivencias y la individualidad, de hecho las rechaza en su afán de captar la esencia común. La existencia es el primer valor, lo más importante. La razón no puede captar al sujeto, todo conocimiento racional es objetivo, pero por definición el sujeto no puede ser objeto. El sujeto es incognoscible.


El existencialismo es una protesta contra la fe en el poder ilimitado de la razón. Esta fe es una creencia irracional, la experiencia muestra que los poderes de la razón tienen límites, como ya señaló Kant. El conocimiento racional sólo abarca un sector de la realidad humana.


El existencialismo, siguiendo las huellas de la filosofía cartesiana y de la fenomenología, tiene como punto de partida la subjetividad del individuo. La subjetividad se expresa en esta verdad: “pienso luego soy”; ésta es la verdad absoluta de la conciencia captándose a sí misma, y a partir de ella se ha de construir la filosofía.


El problema del materialismo es que trata al hombre como un objeto, como una cosa más del mundo; pero el existencialismo quiere reivindicar para el hombre un conjunto de valores distintos a los del reino material. Y esto es posible si nos captamos a nosotros mismos como sujetos.


La conferencia EL EXISTENCIALISMO ES UN HUMANISMO significaba el esfuerzo, por encontrar una vía de reflexión autónoma, diferente a las dos grandes fuerzas que emergían de la Resistencia: el comunismo y el cristianismo. Al existencialismo le reprochaba los comunistas «invitar a las gentes a permanecer en el quietismo de la desesperación» y ser “subjetivista”, y los cristianos que negaba «la seriedad de las empresas humanas, puesto que si suprimimos los mandamientos de Dios y los valores inscritos en la eternidad, sólo nos queda la estricta gratuidad», nada tiene valor. Además el movimiento existencialista se había vuelto una moda y parecía reducirse a unos tipos que vivían en París y que hacían lo que les daba la gana.

Tras los horrores de la II Guerra mundial, Hiroshima y Auschwitz, el humanismo se había convertido en algo casi ridículo. Existía una amplia tendencia partidaria de renunciar a la idea misma de “hombre”. Para el marxismo, la solución estaba también en prescindir del humanismo, pero en nombre de un supuesto “hombre concreto” (el proletario). Ese sería el “humanismo real”, por oposición a las abstracciones existencialistas. Finalmente, para el cristianismo el error provenía de la Ilustración, que había privado al ser humano de su dimensión sobrenatural. La filosofía cristiana se considera como una verdadera filosofía humanista en la medida que presenta al hombre como imagen de Dios, o como “sediento” de Dios. Sartre, que ya en LA NÁUSEA había afirmado que los católicos elegían «el humanismo de los ángeles», pues no tenían en cuenta la experiencia del absurdo del dolor humano.


http://www.e-torredebabel.com/Historia-de-la-filosofia/Filosofiacontemporanea/Sartre/Principal-Sartre.htm


SARTRE TEMAS


Tema: ATEÍSMO Y LIBERTAD.

El existencialismo es el esfuerzo de sacar todas las consecuencias de una posición atea coherente. El existencialismo no es un ateísmo pues se agotaría demostrando que Dios no existe. Aunque Dios existiera no cambiaría nuestro punto de vista, el problema no es la existencia de Dios, sino que el hombre se encuentre a sí mismo y se convenza de que nada o nadie puede salvarlo de sí mismo.

Es muy incómodo que Dios no exista, porque con él desaparece toda posibilidad de encontrar valores en un cielo inteligible; no está escrito en ninguna parte que el bien exista, que haya que ser honrado, que no haya que mentir; puesto que precisamente estamos en un plano donde solamente hay hombres. Dostoievsky escribe: "Si Dios no existiera, todo estaría permitido".

La idea del hombre como un ser libre es una consecuencia inevitable del ateísmo. La concepción creacionista es semejante a la visión técnica del mundo. Cuando Dios crea las cosas del mundo las crea a partir de la idea que se ha hecho de ellas, del mismo modo que el artesano crea un libro a partir de la idea que de él se ha formado, y por ello el hombre individual es una realización del concepto de hombre que Dios tiene en su mente. Si Dios no existe hay por lo menos un ser en el que la existencia precede a la esencia, un ser que existe antes de poder ser definido por ningún concepto.

Con esta tesis Sartre señala la peculiar posición del ser humano respecto del resto de seres: empieza existiendo, no teniendo un ser propio, empieza siendo una nada, y se construye a sí mismo a partir de sus proyectos; el hombre es lo que ha proyectado ser. De este modo, Sartre relaciona la libertad con la falta de naturaleza: tener una naturaleza o esencia implica que el ámbito de conductas posibles están ya determinadas.

La reivindicación sartriana de la libertad es tan radical que le lleva a negar cualquier género de determinismo. No cree en el determinismo teológico, ni biológico ni social: ni Dios nos ha dado un destino irremediable, ni la Naturaleza ni la sociedad determinan absolutamente nuestras posibilidades, nuestra conducta. Somos lo que hemos querido ser y siempre podremos dejar de ser lo que somos. Los fines que perseguimos no nos vienen dados ni del exterior ni del interior. No se nace héroe o cobarde, al héroe siempre le es posible dejar de serlo, como al cobarde superar su condición. Estamos condenados a ser libres: condenados porque no nos hemos dado a nosotros mismos la libertad, no nos hemos creado, no somos libres de dejar de ser libres.
Aunque todo hombre está en una situación, nunca ella le determina. La libertad se presenta como el modo de enfrentarse a la situación. Ni siquiera los valores, la ética, se presentan como un límite de la libertad, pues los valores no existen antes de que nosotros los queramos, no existen los valores como realidades independientes de nuestra voluntad, los valores morales los crea nuestra determinación de hacer real tal o cual estado de cosas. Al escoger unos valores en vez de otros, la voluntad les da realidad. La libertad se refiere a los actos y voliciones particulares, pero más aún a la elección del perfil básico de mí mismo, del proyecto fundamental de mi existencia, proyecto que se realiza con las voliciones particulares.

El ser humano es radicalmente responsable: no tenemos excusas, lo que somos es una consecuencia de nuestra propia libertad de elección; somos responsables de nosotros mismos. El existencialismo es una filosofía de la acción pese a declarar el carácter absurdo de la vida, o que el ser humano es “una pasión inútil”. Esto podría fomentar la pasividad, pero dado que el ser humano es lo que él mismo se ha hecho, dado que somos la suma de nuestros actos y nada más, nos incita a la acción, a ser más de lo que somos.
La contingencia es un rasgo común a todas las cosas, incluido el ser humano. Es “el estar de más”, el existir de modo gratuito, no necesario, sin que exista justificación o necesidad alguna para ello. La noción de contingencia no es exclusiva del pensamiento existencialista. La encontramos, por ejemplo, en Santo Tomás. Todas las cosas finitas son contingentes pues constan de la composición metafísica esencia/existencia. Con esta afirmación, Tomás de Aquino señala el carácter indigente de las cosas finitas, el necesitar inevitable­mente de otras cosas para existir y para ser lo que son. Santo Tomás cree que es precisamente esta falta de fundamento en su ser lo que exige que exista un ser necesario, al que llama Dios. También el empirismo había señalado la contingencia, como uno de los rasgos básicos de la realidad. Sartre continúa la línea empirista pero destacando las consecuencias existenciales de este hecho, la fragilidad de la existencia, la existencia como algo gratuito, tesis que resume de un modo literario señalando que las cosas “están de más” ( y nosotros también).

La gran diferencia entre el pensamiento tomista y el de Sartre está en que Tomás de Aquino considera que hay algo exterior al propio mundo que le sirve a éste de fundamento y que hace inteligible la totalidad de las cosas, les da un sentido. Sartre, sin embargo, rechaza la noción de Dios (a la que incluso llega a considerar absurda), se declara ateo, con lo que radicaliza al máximo la comprensión del carácter gratuito de la existen­cia. El mundo no lo ha creado ningún ser trascendente, existe pero podría perfectamente dejar de existir, y esto se traslada a las cosas concretas: éstas no existen como consecuencia de un supuesto plan o proyecto de la naturaleza o de Dios, tienen existencia bruta, son así pero perfectamente podrían ser de otro modo o no existir. Lo mismo ocurre con el ser humano: estamos “arrojados a la existencia”, nuestra presencia en el mundo no responde a intención ni necesidad alguna, carece de sentido, la vida es absurda, el nacimiento es absurdo, la muerte es absurda.
Posiblemente esta concepción de la gratuidad absoluta de la realidad, de la ausencia de sentido, proyecto o necesidad en el mundo, es el elemento más característico del existencialismo sartreano. De ahí que la experiencia filosófica más importante sea la de la comprensión, no sólo intelectual sino también vital, del absurdo de la existencia. Sartre llama “náusea” a esta experiencia originaria del ser.



Tema: EL HOMBRE COMO PROYECTO.

Sartre considera que no existe la o naturaleza humana. Esto quiere decir que en nosotros no encontramos unos rasgos fijos que determinen los posi­bles comportamientos o las posibles características que podamos tener. Para muchos autores esta afirmación es exagerada: desde las teorías religiosas se defiende que el ser humano, tiene un alma y que ésta es precisamente su naturaleza; desde la biología se indica que nuestra constitución genética se realiza en lo fundamental del mismo modo en todos los seres humanos de todos los lugares y de todas las épocas. Sartre rechaza la existencia de una naturaleza espiritual o física que pueda determinar nuestro ser, nuestro destino, nuestra conducta. Para él el ser humano en su origen es algo indeterminado, y sólo nuestras elecciones y acciones forman nuestra personalidad. Pero si no existe una naturaleza común a todos los seres humanos, ¿por qué llamamos seres humanos a todos los seres humanos?, ¿en qué nos fijamos para reconocer en el otro a un semejante? Sartre introduce el concepto de “condición humana” que son los límites comunes a todos los hombres; serían los siguientes: 1. estar arrojado en el mundo; 2. tener que trabajar; 3. vivir en medio de los demás; 4. ser mortal.

Todo individuo se ha tenido que enfrentar a estos hechos inevitables y ha resuelto de distintos modos los problemas vitales a los que conducen. Con estos cuatro puntos Sartre se refiere a la inevitable sociabilidad humana, a la inevitable libertad en la que vive el hombre y a la inevitable indigencia material de nuestra existencia, indigencia que obliga al trabajo y a las distintas formas de organización social que sobre el trabajo se levantan. La existencia de la “condición humana” es lo que puede hacernos comprensibles los distintos momentos históricos y las vidas particulares; aunque los proyectos humanos sean distintos no nos son extraños porque todos son formas de enfrentarse a estos límites.

Todo proyecto, por muy individual que parezca, tiene un valor universal: “hay universalidad en todo proyecto en el sentido de que todo proyecto es comprensible para todo hombre”. Cuando el individuo elige, lo hace por la humanidad entera. Si yo soy un obrero y me inscribo en un sindicato católico y no en uno comunista, por ejemplo, no hago una elección por mí mismo, sino que elijo por el hombre: al inscribirme en un sindicato católico, estoy recomendando la resignación y diciendo que el paraíso no está en la tierra y que debemos confiar en la otra vida. Si yo me caso con una mujer, aunque los motivos sean de amor, pasión o deseo, estoy comprometiendo a la humanidad en el matrimonio monógamo.

Sartre no niega los condicionamientos de la existencia humana. Los obstáculos que se encuentra el hombre se los crea libremente él mismo hombre, en función de los proyectos que se ha trazado. Si deseo ir a estudiar a Londres, pero no tengo suficiente dinero, me estoy enfrentando con obstáculos que limitan mi libertad, pero si yo hubiera decidido estudiar en mi ciudad donde vivo, no me encontraría con obstáculos insuperables. La libertad del hombre no es para elegir su ser, sino su modo de ser. Un paralítico está condicionado por su situación física, pero hay muchas maneras de ser paralítico, puede desesperarse, rebelarse, ignorar su situación o aceptarla.

Por los actos que vamos realizando nos vamos haciendo de una determinada manera. Nadie nace cobarde o generoso. El ser vencido por una pasión o por una emoción como el miedo, es simplemente un modo de elegir, aunque en ocasiones sea un modo irreflexivo de reaccionar ante las situaciones. La conciencia es la confiere sentido tanto a nuestro entorno como a nuestro pasado. Para unos es una oportunidad lo que para otros es una desgracia. Siempre estaremos en un ambiente y siempre tendremos un pasado. Esto no se puede cambiar pero si podemos cambiar el significado que le demos. Al morir el para-si se transforma enteramente en algo ya hecho, que puede ser considerado objetivamente, como si fuera sólo una cosa, puede ser estudiado por el psicólogo o por el historiador, pero mientras vivimos ni nuestro pasado ni nuestro ambiente determinan lo que somos.

Cada hombre hace una elección original al proyectar su yo ideal, esta proyección implica una serie de valores y una línea de actuación. El ideal de un hombre no siempre coincide con el que el pretende seguir, esto se revela en sus acciones. El proyecto original puede ser cambiado, pero esto requiere un cambio radical, una conversión.

El hombre tiene la posibilidad de engañarse adoptando alguna forma de determinismo, esto es la mala fe, que es un estado de conocimiento y desconocimiento simultáneos. Por un lado se es consciente de la propia libertad, del futuro, que es lo que no es, y por otro lado, no se es consciente de que no se es lo que es, el pasado, así se enmascara la libertad y desaparece la angustia. La mala fe es un autoengañarse, mientras que la mentira es engañar a los demás. Sartre pone como ejemplo de mala fe, el de una joven que deja que un pretendiente ponga una mano sobre la suya, sin tomar en consideración sus intenciones para no tener que tomar una decisión.O el de un camarero excesivamente amable, que al representar su papel oculta su yo singular y único. A la mala fe se le opone la autenticidad.

Comparemos la existencia con la obra de un pintor. El artista no está obligado actualmente a seguir unas normas o cánones, nadie le dice qué cuadro debe pintar. No hay valores estéticos a priori, pero esto no quiere decir que el cuadro no pueda ser valorado a posteriori, una vez terminado. La pintura no puede ser juzgada hasta que está terminada y entonces juzgaremos su originalidad. Lo mismo ocurre en la moral, no podemos decir a priori lo que hay que hacer en cada situación. Pero podemos valorar las acciones negativamente si se han basado en la mala fe. La mala fe es siempre una mala elección porque es una mentira.

Aunque cada hombre tiene un proyecto diferente, existe un proyecto básico que se deriva de la estructura misma del ser-para-si. El hombre aspira a ser el en-si-para-si, ser y conciencia al mismo tiempo. Este ideal coincide con el concepto de Dios, el ser consciente autofundado. El hombre es fundamentalmente deseo de ser Dios. Todos los actos y proyectos traducen esta elección y la reflejan en infinidad de modos diferentes.

Desafortunadamente la idea de Dios es contradictoria, porque la conciencia es la negación del ser. Como consecuencia de esto el hombre es una pasión inútil. El hombre aspira la divinidad pero recae inevitablemente en la opacidad del en-si, su existencia acaba en la muerte. Ni el nacer ni el morir tienen sentido, todo es gratuito y superfluo. El suicidio no elimina el problema, porque la muerte también es inútil. Las cosas no nos pueden servir de apoyo, son indiferentes, incapaces de darnos una explicación. Se que existo, que el mundo existe, eso es todo y da lo mismo. Esto es la náusea.

Esta postura tan radical y tan pesimista que aparece en la novela "La náusea" (1938) y en "El ser y la nada" (1943), evolucionó hacia una postura más optimista en "El existencialismo es un humanismo" (1946), aquí ya no insiste en que el hombre es una pasión inútil, el existencialismo es una doctrina de acción, pero esto no significa que desaparezca la angustia.

El existencialismo no es humanista porque admire a la humanidad por las producciones o valores de algunos hombres concretos, ni porque considere que el ser humano es el más perfecto de todos los seres. Este humanismo no es correcto.
El existencialismo es un humanismo porque es una filosofía de la acción y de la libertad: la dignidad humana está en su libertad, gracias a ella el ser humano siempre trasciende su situación concreta, aspira al futuro sin estar determinado por su pasado, se traza metas y en este trazarse metas construye su ser; de ahí que el existencialismo sea también una doctrina de la acción. Además es una teoría para la cual el único universo es el universo humano; esto quiere decir que la esfera de cosas con las que el hombre trata no están marcadas por algo trascendente, ni por la naturaleza misma; la esfera de cosas que atañen al hombre depende de su propia subjetividad; no hay otro legislador que el hombre mismo.





SARTRE NOCIONES


Nociones: ESENCIA Y EXISTENCIA.

En el caso de los objetos artificiales la esencia precede a la existencia; la esencia es el conjunto de rasgos que invariablemente deben estar presentes en un objeto para que este objeto sea lo que es. Cuando queremos fabricar un objeto primero nos hacemos una idea de él, nos formamos un concepto en el que se incluyen las cualidades que le van a definir y su utilidad o finalidad; el concepto expresa en el nivel del pensamiento la esencia del objeto que vamos a fabricar. Así actuamos, por ejemplo, en el caso de un libro: el artesano se ha inspirado en el concepto de libro; intenta que todo aquello a lo que llamamos libro esté presente en el objeto que elabora. En este sentido se puede decir que la esencia es anterior a la existencia, puesto que primero es el concepto del objeto y luego su existencia concreta; la existencia concreta se intenta acomodar a la esencia que se expresa en la definición del objeto.
Según Sartre, los que conciben a Dios como creador lo identifican con un artesano superior, el artesano del mundo: cuando Dios crea las cosas del mundo las crea a partir de la idea que se ha hecho de ellas, del mismo modo que el artesano crea un libro a partir de la idea que de él se ha formado, y por ello el hombre individual es una realización del concepto de hombre que Dios tiene en su mente. En la Edad Moderna la noción de Dios entra en crisis, pero no ocurre lo mismo con la idea de que la esencia precede a la existencia; y, en el caso concreto del hombre, se sigue pensando que existe la naturaleza humana, y a cada hombre como un ejemplo del concepto hombre, exactamente igual que cada libro concreto es un ejemplo del concepto libro.
Si Dios no existe, hay por lo menos un ser en el que la existencia precede a la esencia, un ser que existe antes de poder ser definido por ningún concepto, y que este ser es el ser humano. Tal como lo concibe el existencialista, no es definible, porque empieza por no ser nada. Sólo será después y será tal como se haya hecho. Así pues no hay naturaleza, porque no hay Dios para concebirla. El ser humano es el único que es tal como él se concibe.
La distinción entre esencia y existencia llega a la filosofía occidental de la mano de Tomás de Aquino, quien la había tomado de Avicena, y fue utilizada para fundamentar la distinción entre los seres contingentes y el ser necesario. Según tal posición, Dios, el ser necesario, es el único ser en el que la esencia se identifica con la existencia, es decir, el único ser cuya esencia consiste en existir.
Si prescindimos de la conciencia, el mundo queda reducido a las cosas, al ser-en-si. Sartre hace una presentación abstracta del ser-en-sí, “El ser es. El ser es en-sí. El ser es lo que es”. Con la afirmación “el ser es” Sartre quiere señalar que el ser es realidad, actualidad; en el ser no está presente la nada, ni la diferenciación, ni el movimiento, simplemente es. Por ser compacto, denso, homogéneo, no incluye en su interior duplicidad alguna; Sartre rechaza las nociones tradicionales de acto y potencia, apariencia y realidad; la nada no está presente en el ser, es un atributo que nosotros introducimos en la realidad, como cuando decimos que la semilla no es árbol pero puede serlo, o señalamos que un semicírculo es un círculo incompleto; sólo desde nuestra perspectiva la semilla es árbol en potencia, puesto que noso­tros esperamos que así sea. El ser-en-sí no es consciente, pues la consciencia exige una especie de escisión, de hueco en el ser, y el ser-en-sí es lleno. El ser en-sí es increado; pero por otro lado el ser-en-sí no es causa de sí, simplemente es. Y por ser de este modo, sin justificación, ni sentido alguno, sin poder ser explicado o deducido, está demás; es un puro hecho, sin causa, sin razón, su existencia es absurda.
Además del ser-en-si está el ser-para-si, la conciencia, que es lo que introduce la negación. El hombre es el ser por el que la nada viene al mundo. La conciencia existe como separación o distanciamiento del ser-en-si. El ser-para-si es enteramente relación, no tiene esencia o naturaleza, el ser-para-si es lo que no es, es nada; es por eso libertad, el ser del hombre consiste en ser libre, en no ser nada determinado. El hombre no ha sido creado para ningún fin, esto es lo contrario a lo que ocurre con los artefactos que fabricamos.

Nociones: ANGUSTIA Y RESPONSABILIDAD.
La ausencia de determinismos, orgánico, teológico o social, hace que el hombre sea plenamente responsable de su modo de ser, que lo va adquiriendo a lo largo de su existencia. Esto resulta muy incómodo, preferiríamos no ser responsables y tener excusas para nuestros actos. El hombre que cree en la moral tradicional, que cree en normas válidas para todos, sabe siempre lo que tiene que hacer y se siente seguro y tranquilo. Seguir las normas establecidas es una escapatoria, pues nos ahorra el esfuerzo que supone la creatividad personal.
Pero el existencialista sabe que no son válidas esas normas, y cuando ha realizado una decisión, no puede saber si es buena o mala, esto es lo que crea la angustia. Al caer en la cuenta de la total libertad y responsabilidad de nuestros actos, aparece la angustia, que es un estado de ánimo parecido al que tiene alguien que está al borde de un abismo y se siente a la vez atraído y repelido por el vacío que tiene bajo sus pies.
Sartre llega a declarar que el hombre es angustia. Distingue la angustia del mero miedo: el miedo aparece ante un peligro concreto y se relaciona con el daño o supuesto daño que la realidad nos puede infligir; la angustia no es por ningún motivo concreto, ni de ningún objeto externo, es miedo de uno mismo, de las consecuencias de nuestras decisiones. Es la emoción o sentimiento que sobreviene con la conciencia de la libertad: al darnos cuenta de nuestra libertad nos damos cuenta de que lo que somos y lo que vamos a ser depende de nosotros mismos, de que somos responsables de nosotros mismos y no tenemos excusas; la angustia aparece al sentir­nos responsables radicales de nuestra propia existencia.
La angustia se hace más profunda si tenemos en cuenta que nuestras decisiones no son puramente individuales, al tomar una decisión no sólo nos comprometemos nosotros, sino todos los hombres. Al elegir afirmamos el valor de un modo de ser humano. Por eso la libertad absoluta no induce a una elección irresponsable, ni lleva a la anarquía moral o una elección caprichosa de valores. No se puede elegir una forma de vida y creer que ésta vale sólo para nosotros, no se puede desatender a la pregunta ¿y si todo el mundo hiciera lo mismo? Al elegir nos convertimos en legisladores, por ello siempre nos deberíamos decir: “dado que con mi acción supongo que todo hombre debe actuar así, ¿tengo derecho a que todo hombre actúe así?”. Sartre nos recuerda que el sentimiento de angustia lo conocen todas las personas que tienen responsabilidades, y cita el caso del jefe militar que decide enviar a sus hombres al combate, sabiendo que tal vez los envía a la muerte.
Nadie puede dar respuesta a un dilema que le plantea otro hombre, cada uno tiene que crear su propia escala de valores, válida sólo para él, y tomar sus propias decisiones a partir de ella. Cuando un hombre pide consejo a otro, ya ha decidido, pues acude a alguien cuyas actitudes e ideas le son conocidas. Ha decidido oír lo que desea oír. Tampoco podemos excusarnos en lo que hacen otras personas en idéntica situación, ni imponer a los demás nuestro camino por ser el mejor.
Podría parecer que la angustia lleva a la inacción, pero no es así: la angustia es condición de la acción misma pues si no tuviésemos que elegir no nos sentiríamos responsables ni tendríamos angustia. La angustia acompaña siempre al hombre, no sólo en los casos de decisiones extremas; sin embargo, cuando examinamos nuestra conciencia observamos que muy pocas veces sentimos angustia. En estos casos lo que hacemos es huir de ella adoptando conductas de mala fe, no creyéndonos responsables de nuestras acciones.