viernes, 30 de octubre de 2009

Escepticismo académico y certeza de la propia existencia.


Pirrón de Elis (360-270) fue el fundador de la primera escuela escéptica. Su pensamiento fue recogido por la Academia Nueva y por algunos pensadores independientes. Sképsis, es la palabra griega que da origen al movimiento y significa hacer una reflexión cuidadosa de lo que se observa, skeptikós son los que miran o examinan cuidadosamente. El escepticismo tiene dos partes: una teórica, que es una teoría del conocimiento, según la cuál no hay ningún saber seguro, y otra práctica, que es una actitud que consiste en no apegarse a ninguna opinión, suspender el juicio y conseguir la ataraxía o serenidad.

"Nada es más", este es el lema del movimiento escéptico: ninguna cosa es más, ni más cierta, ni más falsa, ni mejor, ni peor. Después tratar de hacer todo lo posible por conseguir un criterio para saber la verdad, el resultado es que ningún argumento resulta claramente definitivo, por tanto lo más acertado es suspender el juicio, a partir de esta decisión uno consigue liberarse de la inquietud, consegue la ataraxía, es decir, la serenidad de ánimo, que nos permite alcanzar la felicidad. Pero la suspensión del juicio no quiere decir que haya que abandonar toda investigación ni toda crítica.


Una persona escéptica diría siento frío pero no hace frío, ya que sólo puede saber que siente frío o calor. A esta postura de no emitir juicios sino exclusivamente opiniones, se la llamó suspensión de juicio.
El filósofo dogmático piensa que ya ha encontrado la verdad, mientras que el escéptico se define como un buscador de la verdad y afirma que es imposible encontrar una verdad definitiva. Su principal tarea es destruir los argumentos de los dogmáticos.

Todas nuestras percepciones tienen un valor relativo, sólo nos dan a conocer como aparecen las cosas en nuestros sentidos. Todas nuestras opiniones se fundan en la tradición y son convencionales. No hay ninguna razón para decir que una aserción es más verdadera que su contraria. La única postura sensata es suspender el juicio. 
 
La orientación neoplatónica de san Agustín le llevará a defender que la verdad no ha de buscarse en el mundo exterior por medio de los sentidos, sino reflexionando, volviendo la mirada hacia el interior de uno mismo:
"No vayas fuera. Vuélvete hacia dentro de ti mismo.”
Su pensamiento, centrado en la idea de la verdad, concluye en Dios: la Verdad es Dios.
El pensamiento que busca la verdad ha de comenzar por la evidencia de si mismo. Es así como se puede superar la duda de los escépticos de la Academia nueva. "Todas las mentes se conocen a sí mismas con certidumbre absoluta". En la autoconciencia se encuentra un punto de partida irrebatible:
“Somos, conocemos que somos, y amamos este ser y este conocer”
Quien duda de la verdad, está cierto de que duda, esto es, de que vive y piensa; tiene, por consiguiente, en la misma duda una certeza que le sustrae la duda y le lleva a la verdad. Esta movilidad del pensamiento por la cual el mismo acto de la duda se toma como fundamento de una certeza, significa el alma puede elevarse por encima de sí misma hacia la verdad.
La búsqueda de la verdad no se detiene en esta primera certeza., Agustín busca la verdad necesaria, inmutable y eterna, la cual no puede ser facilitada por los objetos sensibles, que siempre están cambiando. También el alma es con­tingente y mudable. Sólo Dios es la verdad. Hay que seguir buscando en el interior del alma.
Por tanto, la búsqueda va de lo exterior (las cosas) a lo interior (el alma); en ella se realiza el descubrimiento de verdades eternas que nos permiten juzgar sobre todas las cosas sensi­bles. Como esas verdades no pueden proceder del alma o del mundo, que son mudables, sólo pueden explicarse por una iluminación divina (Agustín rechazó expresamente la reminiscencia platónica y la transmigración del alma). No es fácil comprender cómo concibe Agustín esa iluminación divina en el alma. Se inspira, sin duda en Platón (la Idea del Bien como “sol” del mundo inte­ligible).
 
San Agustín se anticipa a Descartes con su Si fallor, sum (si me engaño existo), pero no se interesaba como Descartes por la cuestión de si el mundo exterior existe realmente o no. En las Confesiones Agustín nos dice: “Quiero conocer a Dios y el alma. Nada más deseo". Además la duda de Descartes es metódica, los argumentos escépticos le sirven para alcanzar verdades evidentes, a partir de ellas puede construir el conocimiento del mundo. Parten de una misma verdad pero con intenciones muy distintas. Como en San Agustín, el cogito en Descartes abarca toda actividad de conciencia. El cogito es una cosa que piensa. Lo que significa dudar, aprehender, afirmar, negar, querer, imaginar y sentir.
En De Trinitate san Agustín dice: "nada conoce el hombre que le sea más cercano ni que le sea más inmediato a su mente que su identidad consigo mismo". A su vez, en la segunda meditación Descartes dice: "nada hay que me sea más fácil de conocer que mi propio espíritu"

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