martes, 13 de abril de 2010

NIETZSCHE NOCIONES






NOCIONES: Los sentidos y el cuerpo.


Para la filosofía que los sentidos nos engañan acerca del mundo verdadero está claro desde Parménides y Platón. La sensibilidad nos mantiene encadenados en el fondo de la caverna. Además de engañarnos también nos corrompen. Para el cristianismo apreciar los sentidos es propio de una conducta inmoral, pecaminosa.

Todo el que permanezca fiel a los sentidos pertenece a la clase social más baja, es “pueblo”. En la separación de las clases sociales que hace Platón, el filósofo, que se rige por la razón, representa la clase superior, mientras que la mayoría permanecen ligada a lo sensible y a la parte apetitiva del alma, que es la parte inferior.

Los sentidos nos muestran cambio y pluralidad. Para eliminar el engaño de los sentidos debemos rechazar el cambio y la historia. Los filósofos se caracterizan por su egipticismo, su falta de sentido histórico. Lo que es no deviene; lo que deviene no es.

Para Nietzsche la razón es la causa de que nosotros rechacemos el testimonio de los sentidos. Cuando muestran la procreación, el perecer o el cambio, los sentidos no mienten. Con la razón asignamos unidad, identidad, duración, sustancia, causa, ser, a lo que nos muestran los sentidos.

Estos conceptos no provienen de la experiencia, pues los sentidos muestran pluralidad y cambio, y lo que esos conceptos expresan es semejanza, unidad, eternidad. La conclusión de Platón fue que “nosotros tenemos que haber habitado ya alguna vez en un mundo más alto, nosotros tenemos que haber sido divinos. ¡Pues poseemos la razón!” En el cristianismo se valora el mundo del espíritu y se rechaza el cuerpo. Descartes degradó al cuerpo al nivel de un objeto mecánico más del mundo material

“En otro tiempo el alma miraba al cuerpo con desprecio: y ese desprecio era entonces lo más alto: el alma quería el cuerpo flaco, feo, famélico. Así pensaba escabullirse del cuerpo y de la tierra”.
En Nietzsche el cuerpo es un campo de batalla de fuerzas instintivas que potencian la vida. El cuerpo es manifestación de la voluntad de poder. Constituye nuestra relación más originaria con la realidad.La idea de alma surge como un intento de apaciguar una lucha de sensaciones y deseos que incluso pueden autodestruirnos. Pero, cuanto más se racionaliza el alma, más se desprecia el cuerpo. 
No somos solo alma, sino que también y antes que nada, somos un cuerpo. El pensamiento es un instinto que se escinde y se presenta como si fuera de otra naturaleza. Para Nietzsche no existe una conciencia diferente del cuerpo, no existe el alma o el espíritu.
Nietzsche es el filósofo que más lejos ha llevado la reivindicación de la vida y el cuerpo, que van asociadas con “la muerte, el cambio, la vejez, así como la procreación y el crecimiento”.

“¡Yo os conjuro, hermanos míos, permaneced fieles a la tierra y no creáis a quienes os hablan de esperanzas sobreterrenales!. Son envenenadores, lo sepan o no. Son despreciadores de la vida, son moribundos y están, ellos también, envenenados, la tierra está cansada de ellos: ¡ojalá desaparezcan!”.














NOCIONES: Los “conceptos supremos” y el concepto “Dios”

En el primer apartado del texto Nietzsche nos dice que la primera característica de los filósofos es su egipticismo, su falta de sentido histórico. La segunda característica consiste en que confunden lo último con lo primero. Lo último son los conceptos metafísicos que necesariamente son posteriores a nuestra experiencia sensible. La idea de Belleza es una generalización posterior a nuestra visión de los cuerpos bellos, de las acciones bellas, etc. Sin embargo, el filósofo coloca la idea de Belleza como lo primero, es decir, como causa de los cuerpos y las acciones bellas. Esta es la esencia de la teoría de las ideas de Platón. La metafísica es el mundo al revés, el mundo invertido. Como los conceptos no tienen su origen en el mundo sensible, en lo inferior, son eternos. No están sometidos al cambio, al tiempo.

Los conceptos supremos designan las características del «mundo verdadero»: ser, sustancia, unidad, identidad, causa ... Para Nietzsche estos «conceptos supremos» no designan nada real, son “el último humo de la realidad”. Son elaborados por nuestra razón para referirse a un mundo inventado por nuestra miedo ante la vida.

Gracias a la abstracción el ser humano puede hacerle frente al devenir. La abstracción le permite crear un orden piramidal, un mundo de leyes, subordinaciones y sobretodo límites. Dios es el concepto supremo, es el ser más real, pues es perfecto, necesario y causa de sí mismo (causa sui). Los demás seres, por ser creados y tener una existencia dependiente de Dios, son contingentes. Para Nietzsche este ens realissimum ni existe ni puede existir, ya que la realidad que conocemos siempre es causada. No existe nada con las características de ese ser absoluto. Este concepto no es más que una ficción vacía. Dios representa lo contrario a la vida y la negación de la inocencia del hombre.

La filosofía occidental ha supuesto que el concepto no recorta arbitrariamente la realidad, todo lo contrario, afirma que la realidad se corresponden exactamente con nuestros conceptos. Por tanto la realidad es tal como la pensamos. Nietzsche niega que con los conceptos aprehendamos la verdadera realidad del ser, que es devenir y cambio. Sólo a través del arte que se sabe creativo y efímero, podemos captar la fabulosa realidad de las cosas.

Nietzsche exalta el poder de la imaginación metafórica. La metáfora integra una diversidad sin caer en el dogmatismo porque se mantiene siempre abierta, y no es simplificadora como ocurre con los conceptos. La metáfora es una máscara o filtro que nos permite ver el mundo de un modo determinado, suprime unos hechos y pone de relieve otros. El filósofo dogmático ha confundido la máscara con el rostro y se aferra al concepto que simplifica y momifica la visión del devenir de la realidad.

“¡Que la humanidad haya tenido que tomar en serio las dolencias cerebrales de unos enfermos tejedores de telarañas!” El hombre ha construido una cúpula conceptual sobre cimientos móviles, como agua en movimiento. La construcción es como una tela de araña, fina para ser transportada por las olas, consistente para no ser dispersada por el viento. El hombre está arquitectónicamente muy por encima de la abeja, ésta utiliza la cera que encuentra en la naturaleza, el hombre utiliza conceptos, que previamente fabrica él mismo.











NOCIONES: El arte trágico y lo dionisiaco

Para los antiguos griegos, Dionisio era una divinidad protectora de la vida y símbolo del placer (fiestas y vino), el dolor y la resurrección, es el inspirador de la locura ritual y el éxtasis. Es el dios patrón de la agricultura y el teatro. Fue él quien enseñó a los hombres a cultivar la vid y a fabricar el vino. Moría cada invierno y resucitaba en la primavera y con él renacían también los frutos de la tierra. Para celebrar su resurrección se organizaban grandes fiestas con rituales orgiásticos. Contrastaba con Apolo, dios del sol, que simbolizaba la armonía, el orden y la razón. Sin embargo, los griegos pensaban que las cualidades de los dos eran complementarias: los dos dioses son hermanos.

Aristóteles sostenía que la tragedia griega se desarrolló a partir del ditirambo, himnos corales en honor al dios Dionisio al que no solamente alababan, sino que a menudo contaban una historia. Se cree que fue creada en el siglo VI a.C. por el poeta ateniense Esquilo, que introdujo el papel de un segundo actor, aparte del coro. Las obras se comenzaron a representar en festivales en honor de Dionisio. El festival más importante, las Grandes Dionisíacas, tenía lugar en Atenas durante cinco días de cada primavera. Para esta celebración los grandes dramaturgos griegos Esquilo, Sófocles y Eurípides escribieron sus magníficas tragedias. Las historias están basadas en su mayoría en mitos.

La tragedia es una historia en la que personajes nobles se enfrentan a conflictos provocados por pasiones humanas que desembocan en un desenlace fatal. Según Nietzsche la tragedia se basa en un desbordante sentimiento de vida y de fuerza, dentro del cual el mismo dolor actúa como estimulante. Se abandona la individualidad, se acepta el destino, con lo que se adquiere una sensación de plenitud. Es la vida regocijándose al sacrificar a sus tipos mejores, no para purificarse, sino para afirmar el eterno placer del cambio, que incluye también el placer de destruir.

Nietzsche pone en evidencia el contraste entre dos elementos principales de la tragedia: por un lado lo dionisiaco (la pasión que experimenta el personaje) y por otro lo apolíneo ( la justicia que es el elemento racional). Contraste que es la base de la némesis, el castigo divino que determina la caída o la muerte del personaje.

Los griegos sabían que la vida era terrible, inexplicable y peligrosa, pero no se entregaban al pesimismo. Podían eludirlo de dos formas:
Cubriendo la realidad con un velo estético, creando un mundo ideal de proporción y de belleza. Esta es el arte apolíneo, que en la Grecia antigua se expresaba en las artes épicas y plásticas.
La otra posibilidad es afirmando y abrazando con toda su oscuridad y sufrimiento la existencia. Ésta es la actitud dionisíaca y sus formas artísticas son la tragedia y la música. La música no es una copia de la realidad como ocurre en la pintura. La música es la realidad misma, la expresión de la voluntad.

Para Nietzsche la cultura griega entró en crisis cuando Eurípides intentó eliminar de la tragedia el elemento dionisíaco en favor de elementos morales, eliminando para ello el coro. La clara luminosidad de la vida se transformó en la superficialidad de la razón cuyo máximo representante es Sócrates.






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