Tras los autoritarios, pero efectivos gobiernos de la dinastía Tudor, Inglaterra se incorpora al siglo XVII con la nueva casa gobernante de los Estuardo, gobernantes que intentaron practicar el gobierno absoluto con todas sus consecuencias, en una sociedad que venía luchando por garantizar espacios de libertad frente al Estado. Jacobo I, Carlos I, Carlos II, Jacobo II serán los actores de un período decisivo en la historia inglesa.
Durante el gobierno de los Tudor (1485-1603) se configuró un Estado moderno y la estructura socioeconómica que posteriormente haría de Inglaterra una gran potencia europea. Desde un punto de vista económico, el desarrollo de la industria manufacturera y de la actividad mercantil debilitan la estructura económica feudal. En el aspecto social, los pequeños y medianos propietarios agrícolas y el sector mercantil de creciente poderío, constituirán una pujante clase media, que hacia fines del siglo XVI ya está en condiciones de medir sus fuerzas con la monarquía.
El ascenso de los Estuardo al poder, su defensa del derecho divino de los reyes y del intento de aplicar un gobierno absolutista marcarán el inicio del conflicto entre la monarquía y los sectores sociales ascendentes, pugna que se manifestará como un enfrentamiento entre la monarquía y el Parlamento, institución que el absolutismo de los Tudor no había logrado eliminar.
Para los Estuardo, el poder se basa en el derecho divino. Al Estado se le considera como una propiedad de la familia reinante, pudiendo disponer de él de acuerdo a su criterio, en especial en lo relacionado con el establecimiento de nuevos impuestos.
En la pugna por el poder la monarquía no se encontraba sola ya que hábilmente logró atraerse el apoyo de la aristocracia y de la jerarquía anglicana, que pretendía consolidar su poder sobre los católicos, los puritanos (variante del calvinismo) y los disidentes anglicanos. Así, al factor político, se agrega el ingrediente religioso, resultando una mezcla explosiva.
En 1643 estalla la guerra civil inglesa, donde la mayoría de los puritanos apoyan la posición del Parlamento, mientras que anglicanos y católicos toman partido por la monarquía. En 1649 es ajusticiado el rey Carlos I, se instaura una república (1649-1658), que se traduce en el gobierno dictatorial de Oliver Cromwell. Tras su muerte se reinstaura la monarquía con Carlos II, como única solución al clima de anarquía que existía.
En una de las continuas pugnas entre la monarquía y el Parlamento, en el año 1678 éste es disuelto y en las elecciones para su renovación triunfa Lord Ashley fundador del partido whigs, gobernando desde 1679 hasta 1681, fecha en que nuevamente es disuelto el Parlamento, iniciándose la persecución de los Whigs. Ashley tiene que huir del país tras involucrarse en una conspiración contra el rey, falleciendo meses después en Holanda. Locke es arrastrado por la caída de Ashley, pierde sus cargos y debe exiliarse en Holanda. Sólo vuelve a Inglaterra tras la Gloriosa Revolución y ya en el reinado de Guillermo de Orange.
La Exclusión Bill pretendía que ningún católico subiera al trono de Inglaterra, incluido el hermano del rey Jacobo de York. Esta propuesta dividió a los políticos en Tories y Whigs. Los Tories consideraban que el derecho sucesorio no se podía alterar y defendían el origen divino del poder, que por tanto no podía ser cuestionado. Los Whigs consideraban que el poder político descansa en un contrato y que es legítimo oponerse a él cuando comete abusos.
En 1685 sube al trono Jacobo II, católico declarado que pretendía el poder absoluto y que desafió frontalmente a la burguesía. En 1688, Jacobo II anuncia el nacimiento de su hijo y el espectro de una monarquía católica, recordemos que para los ingleses, el catolicismo era expresión de persecución religiosa, convence tanto a Tories (monárquicos) como a Whigs (defensores del Parlamento) de organizar una rebelión contra los Estuardos, Invitaron a Guillermo de Orange –yerno de Jacobo II- a ir a Inglaterra con una armada y liberar al pueblo del papismo.
El rey se refugia en Francia, dando lugar a la “Gloriosa Revolución”, llamada así porque aseguró la hegemonía protestante y parlamentaria sin derramamiento de sangre. El triunfo del Parlamento y de los nuevos grupos sociales se manifiesta con la aceptación de Guillermo de Orange de la Declaración de Derechos, que consagraba el parlamentarismo, la participación de los súbditos en el gobierno del Estado a través del Parlamento, y la derrota definitiva del absolutismo y del catolicismo, los católicos ya no pueden ser soberanos ingleses.
Fue la culminación de un proceso que comenzó con la Guerra Civil y que benefició a la burguesía, al eliminar los restos de feudalismo que quedaban en Inglaterra. Se eliminaron los privilegios reales y aristocráticos, los monopolios, los peajes y los controles de precios, que obstaculizaban la libertad de comercio y de industria.
El ascenso de los Estuardo al poder, su defensa del derecho divino de los reyes y del intento de aplicar un gobierno absolutista marcarán el inicio del conflicto entre la monarquía y los sectores sociales ascendentes, pugna que se manifestará como un enfrentamiento entre la monarquía y el Parlamento, institución que el absolutismo de los Tudor no había logrado eliminar.
Para los Estuardo, el poder se basa en el derecho divino. Al Estado se le considera como una propiedad de la familia reinante, pudiendo disponer de él de acuerdo a su criterio, en especial en lo relacionado con el establecimiento de nuevos impuestos.
En la pugna por el poder la monarquía no se encontraba sola ya que hábilmente logró atraerse el apoyo de la aristocracia y de la jerarquía anglicana, que pretendía consolidar su poder sobre los católicos, los puritanos (variante del calvinismo) y los disidentes anglicanos. Así, al factor político, se agrega el ingrediente religioso, resultando una mezcla explosiva.
En 1643 estalla la guerra civil inglesa, donde la mayoría de los puritanos apoyan la posición del Parlamento, mientras que anglicanos y católicos toman partido por la monarquía. En 1649 es ajusticiado el rey Carlos I, se instaura una república (1649-1658), que se traduce en el gobierno dictatorial de Oliver Cromwell. Tras su muerte se reinstaura la monarquía con Carlos II, como única solución al clima de anarquía que existía.
En una de las continuas pugnas entre la monarquía y el Parlamento, en el año 1678 éste es disuelto y en las elecciones para su renovación triunfa Lord Ashley fundador del partido whigs, gobernando desde 1679 hasta 1681, fecha en que nuevamente es disuelto el Parlamento, iniciándose la persecución de los Whigs. Ashley tiene que huir del país tras involucrarse en una conspiración contra el rey, falleciendo meses después en Holanda. Locke es arrastrado por la caída de Ashley, pierde sus cargos y debe exiliarse en Holanda. Sólo vuelve a Inglaterra tras la Gloriosa Revolución y ya en el reinado de Guillermo de Orange.
La Exclusión Bill pretendía que ningún católico subiera al trono de Inglaterra, incluido el hermano del rey Jacobo de York. Esta propuesta dividió a los políticos en Tories y Whigs. Los Tories consideraban que el derecho sucesorio no se podía alterar y defendían el origen divino del poder, que por tanto no podía ser cuestionado. Los Whigs consideraban que el poder político descansa en un contrato y que es legítimo oponerse a él cuando comete abusos.
En 1685 sube al trono Jacobo II, católico declarado que pretendía el poder absoluto y que desafió frontalmente a la burguesía. En 1688, Jacobo II anuncia el nacimiento de su hijo y el espectro de una monarquía católica, recordemos que para los ingleses, el catolicismo era expresión de persecución religiosa, convence tanto a Tories (monárquicos) como a Whigs (defensores del Parlamento) de organizar una rebelión contra los Estuardos, Invitaron a Guillermo de Orange –yerno de Jacobo II- a ir a Inglaterra con una armada y liberar al pueblo del papismo.
El rey se refugia en Francia, dando lugar a la “Gloriosa Revolución”, llamada así porque aseguró la hegemonía protestante y parlamentaria sin derramamiento de sangre. El triunfo del Parlamento y de los nuevos grupos sociales se manifiesta con la aceptación de Guillermo de Orange de la Declaración de Derechos, que consagraba el parlamentarismo, la participación de los súbditos en el gobierno del Estado a través del Parlamento, y la derrota definitiva del absolutismo y del catolicismo, los católicos ya no pueden ser soberanos ingleses.
Fue la culminación de un proceso que comenzó con la Guerra Civil y que benefició a la burguesía, al eliminar los restos de feudalismo que quedaban en Inglaterra. Se eliminaron los privilegios reales y aristocráticos, los monopolios, los peajes y los controles de precios, que obstaculizaban la libertad de comercio y de industria.
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