sábado, 5 de febrero de 2011

IMPERIO-IGLESIA


http://apasionadosporlahistoria.blogspot.com/2010/10/el-pensamiento-politico-medieval.html

http://www.arbil.org/(62)cani.htm

El Imperio Romano persiguió a los cristianos, pese a su gran capacidad para asimilar las religiones de los pueblos vencidos. El cristianismo era visto como un peligro por el exclusivismo del culto cristiano, que se veía a sí mismo como la única y verdadera religión, por la negativa de los cristianos a ofrecer sacrificios y desempeñar servicios incompatibles con sus principios y por la creciente organización y poder de la Iglesia, su ascendiente sobre el pueblo bajo y su infiltración en círculos cercanos al poder.

Las persecuciones cesaron en el año 311 dC, ni la crueldad de algunas persecuciones consiguieron frenar la difusión de la nueva religión. En el año 313 dC, Constantino reconoce al cristianismo como una de las religiones oficiales del Imperio, y ochenta años después, en el 392 dC, el emperador Teodosio I cerró los templos paganos y proclamó al Cristianismo como única religión oficial del Imperio.

Una curiosa consecuencia de este aparente triunfo fue la subordinación completa de la Iglesia al Imperio que eliminó la separación entre Iglesia y Estado. El césaropapismo unifica en una sola persona los poderes de la Iglesia y del Estado. Esta unión ha fomentado muchas veces la tiranía. El Estado se servía de la Iglesia para santificar sus actos y obligar a la obediencia de sus mandatos. La Iglesia se servía del Estado para aumentar sus ingresos y privilegios.


Ante esta subordinación de la Iglesia aparecen varios reacciones: el monacato, el hermitañismo ascético, las revueltas heréticas (arianismo, donatismo, nestorianismo, etc.) y principalmente la reflexión filosófica y la acción política de los obispos del Imperio Romano de Occidente, tras la muerte de Constantino. En el Imperio Romano de Oriente, en cambio, esa subordinación continuó mucho tiempo.

"La Ciudad de Dios" es fundamental para resolver el problema. San Agustín reconoce la autoridad del Emperador romano, admite que ésta viene de Dios, prescribe a los súbditos el deber de obediencia. El Emperador debe defender a la Iglesia contra los cismas y las herejías, pero en cuanto Emperador no tiene autoridad dentro de la Iglesia. La Fé y la Moral quedan reservadas a los Concilios y a los Obispos. Marca con claridad la diferencia entre la Ciudad de Dios y la ciudad terrenal.

San Agustín no establece expresamente las relaciones que deben mediar entre la Iglesia y el Estado. La Ciudad de Dios y la Ciudad Terrena son realidades místicas, que no se identifican con las realidades históricas. La Iglesia necesita y usa como medio la paz y el orden que asegura el Estado, y a la vez, contribuye, formando buenos ciudadanos, a que aumente el bienestar de la sociedad. Pese a ello, la Iglesia es "peregrina" en la Tierra, pues está consagrada a lo espiritual.

El agustinismo político torciendo el sentido de la enseñanza agustiniana, impondrá al Estado el deber de subordinarse a los fines de la Iglesia. La doctrina de las dos espadas, establece la separación de poderes entre la esfera temporal y la espiritual y la superioridad de la potestad espiritual del Papa sobre la temporal del emperador. En algunos momentos esta doctrina derivó en teocracia y sirvió además para otorgar al obispo de Roma el primado sobre el resto de iglesias cristianas, lo cual permitía al Papa gobernar la Iglesia como si fuera un monarca.

La idea imperial de Carlomagno se basa en la íntima fusión de lo temporal y lo espiritual. Todas las funciones del Emperador quedan absorbidas en su misión religiosa. El Imperio es el escenario en que la Iglesia realiza su obra. El cargo del emperador es sagrado y la consagración imperial simboliza la fusión de ambas esferas. 


Esto derivó en cesaropapismo, que sostenía el origen divino del poder de los reyes y les daba poder absoluto sobre la religión y el gobierno. Después de Carlomagno los reyes y nobles nombraban o cesaban a los obispos según su parecer. El nombramiento de cargos eclesiásticos por parte de los reyes se llama investidura. Algunos emperadores del Sacro Imperio Romano Germánico, promovieron la idea de que el emperador es la cabeza visible de la Iglesia.

Santo Tomás establece la plena autonomía del poder político. La autoridad política tiene su fundamento en el Derecho natural, no es una derivación de la Iglesia. En las cosas tocantes a la salvación del alma se debe obedecer a la Iglesia, en las cosas tocantes al bienestar civil se debe obedecer al poder temporal, siguiendo lo que dice el Evangelio de San Mateo: "Dad al cesar lo que es del César"

La doctrina política de Ockham desvincula lo espiritual de lo temporal, del mismo modo que separó la teología de la filosofía. Al atacar el carácter sagrado del Imperio abre el camino del Estado moderno. Ockham se opuso al carácter teocrático del poder papal y a la doctrina de la “plenitud de poderes”, en lo espiritual y en lo temporal. El Papa debe servir a los fieles y no exigir vasallaje, su poder es limitado y no puede quitar la libertad que enseñó Jesucristo. La autoridad del Papa sólo es moral y pastoral, no puede legislar en cuestiones temporales. El poder del emperador no proviene de Dios a través del Papa, no es un poder sagrado. La legitimidad del Imperio romano es previa a la Iglesia, el emperador no es un vasallo del Papa. La intención última de Ockham es aplicar la reforma franciscana a la Iglesia, para que volviera a la pobreza evangélica y renunciara a las ambiciones terrenas. Estos deseos de reforma se acentuarán en el siglo siguiente dando lugar a la reforma protestante.

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