http://www.mgar.net/var/maquiave.htm
Huye del utopismo, no propone las leyes que deben regir una sociedad ideal exenta de conflictos. Se plantear la resolución de los conflictos que se dan en las sociedades reales.
El Estado es una institución dotada de leyes propias y que no reconoce ninguna autoridad por encima de ella. El Estado no se rige por la religión o por la moral, sino por la necesidad de perpetuarse. El bien supremo es el poder del Estado. El poder es de quien lo conquista, la fuerza crea el derecho.
El príncipe o el gobernante tendrá que recurrir a la astucia, al engaño y, si es necesario, a la crueldad. La virtud fundamental es la prudencia, para la conveniencia del Estado. El gobernante debe poseer habilidad para sortear obstáculos, y "moverse según soplan los vientos".
El político debe manipular en su beneficio la voluntad de los que le rodean. Debe ser astuto como un zorro para alcanzar y mantenerse en el poder. Pero además de usar la manipulacción y el engaño, debe ser fuerte como un león y capaz de utilizar la fuerza si es necesario.
El político debe manipular en su beneficio la voluntad de los que le rodean. Debe ser astuto como un zorro para alcanzar y mantenerse en el poder. Pero además de usar la manipulacción y el engaño, debe ser fuerte como un león y capaz de utilizar la fuerza si es necesario.
No debe tener virtudes, solo aparentarlas. Si el interés de la patria exige traición o perjurio, se comete. "La grandeza de los crímenes borrará la vergüenza de haberlos cometido". Los medios no importan: no es necesaria la moral, sino un realismo práctico. El gobernante no debe tener escrúpulos éticos.Política y moral son dos ámbitos distintos e incluso contradictorios.
Para Maquiavelo la mejor forma de gobierno es la República: "el gobierno de muchos es mejor que el de unos pocos", y justifica la romana como la más perfecta. Aunque él era republicano y aspiraba a convertir a Florencia en un Estado fuerte, en El Príncipe acepta, como mal menor, que en ciertos momentos de corrupción y desorden es mas útil la acción de un solo personaje, adornado de cualidades excepcionales.
Aboga por la creación de un ejército poderoso, formado no por mercenarios, sino por ciudadanos. Todos los estados cambian por evolución o por revolución, un estado que desee conservar su libertad o independencia debe mantenerse siempre en guardia. Italia, que ha alcanzado gran importancia en todas las artes, debe destacar también en la de la guerra.
"No es, por tanto, necesario a un príncipe poseer todas la cualidades anteriormente mencionadas, pero es muy necesario que parezca tenerlas. E incluso me atreveré a decir que si las tiene y si las observa siempre son perjudiciales, pero si aparenta tenerlas son útiles; por ejemplo: parecer clemente, leal, humano, íntegro, devoto y serlo, pero tener el ánimo predispuesto de tal manera que si es necesario no serlo, puedas y sepas adoptar la cualidad contraria. Y si se ha de tener en cuenta que un príncipe, y especialmente un príncipe nuevo, no puede observar todas aquellas cosas por las cuales los hombres son tenidos por buenos pues a menudo se ve obligado, para conservar su Estado, a actuar contra la fe, contra la caridad, contra la humanidad, contra la religión. Por eso necesita tener un ánimo dispuesto a moverse según le exigen los vientos y las variaciones de la forma y, como ya dije anteriormente, a no alejarse del bien, si puede, pero a saber entrar en el mal si se ve obligado". (Maquiavelo, El Príncipe)
En la primera mitad del siglo XV predominó el humanismo ciudadano, de carácter republicano inspirado en Cicerón.
Los dos valores centrales del Renacimiento: racionalidad y libertad se aplican también a la visión renacentista de la sociedad. El progreso en la historia depende de la acción del hombre y no de la intervención divina. Para pensadores como Pico y Campanella el hombre es capaz de construir racionalmente una sociedad de seres libres e iguales.
En la segunda mitad predomina el humanismo cortesano. Los obras se dirigen a los gobernantes para ofrecerles consejos para un gobierno ideal.
Se defiende la paz y la seguridad frente a la libertad política. Los gobiernos democráticos son propensos a las revueltas y al desorden. En esta corriente la postura más radical fue la de Maquiavelo.
Los dos valores centrales del Renacimiento: racionalidad y libertad se aplican también a la visión renacentista de la sociedad. El progreso en la historia depende de la acción del hombre y no de la intervención divina. Para pensadores como Pico y Campanella el hombre es capaz de construir racionalmente una sociedad de seres libres e iguales.
En la segunda mitad predomina el humanismo cortesano. Los obras se dirigen a los gobernantes para ofrecerles consejos para un gobierno ideal.
Se defiende la paz y la seguridad frente a la libertad política. Los gobiernos democráticos son propensos a las revueltas y al desorden. En esta corriente la postura más radical fue la de Maquiavelo.
Maquiavelo no inventó el "maquiavelismo", esto es, la separación de la práctica política y los ideales cristianos; cualquier pequeño príncipe renacentista era ya un maquiavélico nato. El maquiavelismo, con su doctrina de la doble moral, tiene un paralelo en la doctrina de la doble verdad, que escindió la cultura de la Edad Media y dio paso al renacimiento.
Durante siglos el Papado estuvo convencido del predominio divino sobre el poder temporal, el político, hecho que no admitía el último. Por ello, en ese tiempo, existió un enfrentamiento entre los dos poderes universales, surgiendo la teoría de las dos espadas, es decir, el símbolo del poder espiritual y el temporal. Ambos poderes estuvieron hasta el siglo XI, unidos en manos del Papa. Así por ejemplo, un rey o emperador sólo podía ser coronado si el Papado daba permiso para ello, aprobación que se escenificada en la ceremonia de coronación.
En los s. XII y XIII se produjo una amplia difusión de las ideas de Aristóteles a partir de diversas traducciones. La reacción de la Iglesia fue inicialmente de oposición, pero después lo fue aceptando. Siguiendo la teoría de Aristóteles de que el hombre era un animal político y social, Santo Tomás presentaba un equilibrio bastante inestable ya que lo divino opera directamente en la naturaleza, en la comunidad natural de los hombres dirigidos por el Estado, y no a través de un vicario, perdiendo la Iglesia su supuesta preeminencia.
Esta nueva conciencia política se basa en la idea de soberanía que es el fundamento del nuevo estado moderno. la cual estaría avalada por los juristas romanistas y el germanismo por un lado y por tres grandes autores y pensadores con nombres propios que serían Dante, Juan de París y Marsilio de Padua por el otro. La autoridad no la derivan de Dios sino que decían que es del pueblo de donde los reyes reciben sus poderes a partir de una concesión o más concretamente de una abdicación siguiendo las tradiciones de Roma y Germania sin negar, por esto, una más alta investidura de Dios.
La doctrina política de Ockham se basa en la libertad del soberano temporal frente al papa. Guillermo se nos presenta como un defensor de la teoría de los dos poderes: para él, ni el papa ni el príncipe tienen pleno poder en su propio orden, pues existe un límite a ese poder en el bien común y en la libertad del individuo. Ockham resalta de manera especial la autonomía de la potestad civil, que no necesita ser legitimada por el poder espiritual, pues esta potestad civil es reconocida por el mismo Cristo. Asimismo se nos muestra como un pactista en lo que a la procedencia del poder se refiere, por lo que se le considera como uno de los padres de la democracia moderna y también un conciliarista, como Marsilio de Padua, en cuanto al ejercicio del poder dentro de las Iglesia.
Para Marsilio de Padua el estado es la reunión de hombres libres para vivir todos juntos de manera satisfactoria, conforme a unas normas. El pueblo traspasa el poder a un soberano, que debe asegurar la paz y el bienestar de todos los ciudadanos. Partiendo de este punto se deduce que todo poder, y por tanto, también el de la Iglesia, es delegado. En la medida en que sacerdotes y obispos ejercen autoridad, la reciben de manos de los laicos, no de Dios. Pocos juristas, legistas, teólogos o políticos, compartieron los radicales principios de Marsilio de Padua sobre la relación de la Iglesia y el Estado y en el siglo XV fue rechazado como hereje y encarnizado enemigo del papa. Su teoría laicista del Estado no fue aceptada, aunque sí su crítica a los abusos morales de la Iglesia.
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